miércoles, 30 de septiembre de 2009

LA CONQUISTA DE MÉXICO

CONQUISTA DE MEXICO

Durante los primeros años del siglo XVI la exploración y colonialización se centraban en el Caribe. Desde las islas caribeñas, o las Indias, se hacían viajes por la costa de la actual Venezuela (al sur), Centroamérica (al oeste) y hasta la Florida (hacia el norte). Así pues, se puede considerar al Caribe como el primer centro europeo del nuevo mundo a pesar del hecho de que la gran mayoría de inmigrantes no fueron españoles sino africanos como esclavos. Además de lo que son hoy en día la República Dominicana y Puerto Rico, Cuba fue otro centro importante de la colonialización española. De esta isla partió Hernán Cortés en 1519 en búsqueda de una tierra legendaria llena de riquezas y cosas extraordinarias. Otros españoles anteriores a Cortés, como Hernández de Córdoba y Juan de Grijalva, ya habían explorado la península de Yucatán donde se habían enterrado de las leyendas y fama de un gran imperio indio que quedaba para el interior de la tierra firme. Antes de que pudiera partir, Cortés fue relevado de su mando por el gobernador de Cuba, Diego Velázquez; no obstante el rebelde Cortés partió de Cuba con 508 soldados, 14 mujeres, 11 barcos y 16 caballos.


Después de navegar por la península de Yucatán y lo que es actualmente la isla de Cozumel, los españoles desembarcaron en tierra de los tabascos, los cuales le regalaron a Cortés veinte mujeres entre las cuales se encontraba la famosa doña Marina o la Malinche, mujer que llegaría a ser la amante e intérprete de Cortés. Como se comentará más adelante, este último hecho fue de suma importancia dado que la conquista fue facilitada, o mejor dicho aun posible, sólo por el conocimiento de que la Malinche tenía del náhuatl. Había otras razones importantísimas también que contribuyeron a la derrota de los aztecas:


• (1) Armas: Los españoles tenían disponibles espadas, arque bustos, flechas y trajes de hierro. Sin embargo, es fácil dar demasiada importancia al hecho de que los españoles tenían mejores armas. Los aztecas se conocían como guerreros feroces y de igual modo tenían disponibles armas eficaces como lanzas y garrotes de madera. En cierto modo se puede decir que la cultura azteca fue una de guerra. Los soldados aztecas, distinguidos como las sectas de las águilas y los jaguares, gozaban de un prestigio y lugar alto en su sociedad jerárquica.

• (2) El caballo: Los cañones y arque buces utilizados por los españoles pocas veces les sirvieron por fallar o por faltas de apuntaría, o aun por el ambiente en que se utilizaban. No obstante, sí se puede señalar el uso de los caballos como uno de los factores estratégicos que facilitó la conquista. El caballo no era conocido en las Américas antes de llegar los españoles. Así, al ver los caballos por primera vez, los indios creyeron (al principio) que los españoles eran una forma de medio-hombre, medio bestia-equivalente para nosotros en cierto modo al centauro en la mitología griega. Este temor de lo desconocido y extraño indudablemente les ayudó muchísimo a los españoles en vencer a los aztecas.


• (3) La leyenda de Quetzalcóatl: Además de este miedo al caballo/hombre, hay que señalar también el temor de los aztecas de la posible vuelta del dios Quetzalcóatl. Previamente se ha comentado el dios tolteca Quetzalcóatl, el cual había prometido volver en el año ce actl. De piel blanco y con barba, Quetzalcóatl según la leyenda había huido hacia el este, marcando los árboles en señal de cruz. No es por sorprender la actitud asombrosa de los aztecas. El año 1519-el año de la llegada de Cortés-coincidió justamente con el año ce actl (año que se repetía cada 52 años en el calendario azteca). Además, los españoles vinieron del este (de donde se había refugiado Quetzalcóatl), llevando en su pecho de traje de hierro la cruz de semejante diseño a la cual el dios tolteca había marcado en los árboles en su huida. Se asemejaban los españoles también al Quetzalcóatl en cuanto a su piel blanco y la cara con barba. Por estas y otras razones, la coincidencia fue suficiente para justificar un temor racional por parte de los aztecas de que el momento de la vuelta de Quetzalcóatl había llegado. Como se puede saber, fue por este temor que los aztecas no quisieron o mejor dicho no pudieron entrar en batalla con los españoles al principio.


El temor se justifica en el hecho de que los aztecas al pasar por Tula habían conquistado y destruido la capital tolteca. Como se ha comentado antes, la aniquilación de los códices toltecas fue un intento de erradicar su memoria, y ahora los aztecas temieron que el dios tolteca hubiera vuelto para vengarse de los aztecas. Así, si apreciamos la fuerza del temor de la venganza sobrenatural al mismo tiempo que ocurrieron las coincidencias asociadas con la llegada de los españoles (y su apariencia en caballo con armas desconocidas), se puede entender fácilmente como los aztecas se dejaban convencer de que estuvieran ante un momento apocalíptico en que dos mundos (el sobrenatural y el suyo) estaban por chocarse. Irónicamente, los españoles de la época vieron el conflicto de igual modo, o sea un choque entre "dos mundos" también, pero para éstos la metáfora pronto se convertiría en el encuentro con un mundo "nuevo"-es decir, un nuevo entendimiento del conocimiento previo del mundo entero.

• (4) Facciones políticas: Hasta el momento los factores que se han señalado como causas de la derrota azteca quizá puedan parecer algo supersticioso, sobrenatural, o aun incluso irracional según nuestro punto de vista occidental y contemporáneo. Sin embargo había otras razones más tangibles y concretas. Específicamente se puede señalar los motivos políticos de otras tribus que vivieron bajo el dominio azteca. Es de suma importancia recordar que los españoles gozaban de la ayuda de otras tribus rivales de los aztecas. Sin la ayuda de éstas como cómplices en las batallas, se duda que los españoles pudieran haber conquistado con tanta facilidad a los aztecas.


Para entender el desdén que las demás tribus tenían para los aztecas vale recordar que desde la llegada de los aztecas al valle de Anáhuac en el siglo XIV, se habían servido como mercenarios profesionales. Su talento para la guerra y combate les ayudó a llegar a ser los guerreros más temidos y, por fin, los más poderosos de Mesoamérica. Más importante, así llegaron a establecer un imperio vasto cuyo territorio abarcaba desde lo que hoy es el norte de México hasta Centroamérica. Así, por todo su imperio vencieron a sus rivales y luego se les exigieron tributo
Dadas estas exigencias y usurpación, al llegar los españoles encontraron a otras tribus listas para ayudarles en su conquista militar. Quizá sea una simplificación pero en términos modernos, las tribus rivales de los aztecas vieron a los españoles como un medio de liberación del mando de los aztecas y por eso se hicieron disponibles como aliados. Entre otros, por ejemplo, los tlaxcaltecas lucharon al lado de los españoles contra los aztecas. De este modo, aunque los españoles llegaron sólo con aproximadamente 500 soldados, el número total de sus fuerzas contando a los aliados indígenas llegó a sobrepasar los 150,000 guerreros. Entre sus aliados más importantes como se ha mencionado fue la Malinche (o doña Marina), la intérprete y amante de Cortés cuya habilidad para hablar náhuatl fue indispensable para avisar a los españoles de emboscadas y contra-estrategias militares, para informarles del terreno y rutas, y por último como traductora al llegar los españoles a Tenochtitlán. Su participación en la conquista fue tan importante que aun hoy en día en México se oye el término malinchismo, término peyorativo utilizado para identificar aquellos mexicanos que se abren a influencias extranjeras mientras niegan sus raíces autóctonas e indígenas. Es decir, se ve a la Malinche hoy como una que por haber ayudado a los españoles traicionó a su propia gente, o sea fue traidora cultural. Hay otros que la defienden como una que no fue cómplice de los europeos (por no ser azteca) sino como defensora de su propia gente (o sea contra los aztecas). Sea como sea la verdad histórica, la Malinche y el fenómeno cultural malinchismo evocan imágenes peyorativas en la actualidad del mexicano que traiciona a su propia cultura a favor de la del extranjero.

• (5) Enfermedades: Aunque se puede atribuir la conquista de los aztecas a estas razones políticas y supersticiosas, el encuentro de los indígenas con enfermedades europeas se destaca como la razón principal para la derrota culminante de Mesoamérica y el Caribe. Por no ser europeos les hacían falta a los indígenas los anticuerpos necesarios para combatir enfermedades comunes, especialmente la viruela y el sarampión. En ciertos casos aldeas enteras se contagiaban sin darse cara a cara con un español; es decir, se infectaban con los gérmenes y virus es europeos que se dilataban por el aire. Sin duda, al fin y al cabo las enfermedades europeas y la incapacidad fisiológica de combatir éstas resultó como el arma más fatal para los indígenas.

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Aunque éstas fueron las causas principales que contribuyeron a la derrota de los aztecas, aun así pasaron dos años antes de que se rindieran, o sea desde 1519 hasta 1521. Durante estos dos años, otros españoles habían llegado desde Cuba bajo el mando de Narváez-el cual había sido mandado para detenerle a Cortés pero al llegar a Veracruz se hizo partidario de Cortés y cómplice en la rebeldía del gobernador Velázquez. .


A cado paso de la marcha de los conquistadores hacia Tenochtitlán Moctezuma les mandaba obsequias de oro para que no avanzaran más, pensando que los regalos de oro bastarían para complacer a los emisarios de Quetzalcóatl. Mucho se ha discutido de la avaricia de los conquistadores para el oro y como éste fue una de las causas principales para promulgar la conquista de las Américas. Sería falso decir que el oro no sirvió como ímpetu a los deseos y sueños de unas cuantas personas, pero de igual modo es fácil dar demasiada importancia al oro como si fuera la única meta de unos avaricias que no tenían más en mente que encontrar riquezas, raptarlas y volver a casa. Sí, es verdad que había una cantidad extraordinaria de oro en Mesoamérica (tanto como la plata) y los aztecas sabían pulirlo en formas de alta calidad artística; sin embargo, hay que recordar dos cosas en cuanto al oro y los tesoros americanos como ímpetu de la conquista:


• 1) Por un lado, vale tener en mente que la exploración del nuevo mundo fue un intento de mejorar la vida de los que la llevaron a cabo, los cuales habían viajado desde lejos, habían invertido todo y habían aguantado muchísimo. En otras palabras, más que nada fue una "inversión" y es lógico en cualquier caso que los que invierten en algo esperan recompensa. Dicho así, esto no quiere justificar el acto ni disculparles a los exploradores de su maltratamiento de los indios y la usurpación; sin embargo, no fue distinto a lo que ocurrió en las colonias norteamericanas por los ingleses ni en cualquier otro lugar en la época de la colonialización por los europeos. Sencillamente hay que entender la conquista dentro de su marco histórico y recordar más que nada que fue una inversión económica por parte de algunos. (Es interesante saber que al comparar la colonialización británica y la española se nota que no fueron tan distintas aunque por nuestros propios prejuicios teocéntricos solemos juzgarles con más severidad a los españoles. Este prejuicio forma parte de la llamada "leyenda negra" que se comentará en otra lectura.) En breve, los conquistadores sí iban en búsqueda de oro como es lógico esperar de tales personas que busquen recompensa de inversión.

• 2) Por otro lado hay que distinguir entre los motivos de los individuos que llevaron a cabo la exploración y los de la monarquía española, o en otras palabras aunque el oro pudiera haber sido la recompensa para algunos mercenarios, esto no quiere decir que coincidiera con la meta de los reyes católicos. En el último caso-específicamente con la reina Isabel-una vez al saber que una nueva tierra había sido descubierta, la exploración y colonialización llegó a ser una "conquista espiritual". En la tradición de la reconquista de España de los moros, la reina Isabel enfatizó el deber cristiano de ir por el mundo y convertirles a los demás. Por eso, la iglesia (y por consiguiente los primeros frailes y sus sectas religiosas correspondientes) sirvió como "el brazo de la conquista". (Para entender bien el papel de la iglesia y la conquista de las Américas véase el "Divino Narciso" de Sor Juana Inés de la Cruz.) Por consiguiente la monarquía española vio el oro y demás tesoros encontrados en el nuevo mundo como el medio de promulgar una evangelización global de sus nuevos reinos.

El oro que los aztecas mandaba como obsequias a los conquistadores no sirvió para disuadirles sino para intensificar su deseo. Además dado que los españoles ya habían entrado en la expedición sin la autorización del gobernador Velázquez, no hubo más remedio que proseguir con la marcha hacia Tenochtitlán con la expectativa de conquistar o ser conquistado. Es decir, por ser insurgentes sabían que les quedaban dos alternativas: fallar en su intento o triunfar y ofrecer a la monarquía pruebas de riquezas, con la esperanza de que tales riquezas podrían justificar su insurgencia. A lo largo de su marcha hacia Tenochtitlán desde Veracruz, recibieron a emisarios de Moctezuma, sobrevivieron a emboscadas, se aliaron con otras tribus y por fin, subiendo el paso de los dos volcanes Popocatépetl y Ixtacíhuatl, recibieron su primera vista de la gran Tenochtitlán.


Los soldados que le acompañaban a Cortés habían viajado por casi todo el mundo occidental conocido hasta el momento pero aun así jamás se había visto tal belleza ni maravilla. La vista de los colores, los teocalli o templos, canales y calzadas, pirámides y animales exóticos fue incomparable a cualquier cosa que se hubiera visto antes por los europeos hasta el punto de que fue difícil encontrar palabras para describirla en términos occidentales. Por ejemplo, Bernal Díaz del Castillo-un soldado de Cortés cuya obra La historia verdadera de la conquista de la Nueva España sigue siendo una de las crónicas más leídas e interesantes de la conquista por ser relatada desde el punto de vista del hombre común y corriente-no pudo equivaler la ciudad a nada verídica de este "mundo" sino que el ambiente de la capital azteca le parecía como si fuera algo encantado y mágico, algo que sólo se encuentra en los libros de hadas y de caballería:

"Y otro día por la mañana llegamos a la calzada ancha y vamos camino de Istapalapa. Y desde que vimos tantas ciudades y villas pobladas en el agua, y en tierra firme otras grandes poblaciones, y aquella calzada tan derecha y por nivel como iba a México, nos quedamos admirados, y decíamos que parecía a los cosas de encantamiento que se cuentan en el libro de Amadis, por las grandes torres y edificios que tenían dentro en el agua, y todos de calicanto, y aun algunos de nuestros soldados decían que si aquello que veían, si era entre sueños, y no es de maravillar que yo lo escriba aquí desta manera, porque hay mucho que ponderar en ello que no sé como lo cuente: ver cosas nunca oídas, ni vistas, ni aun soñados, como víamos." (Bernal Díaz del Castillo, La historia verdadera de la conquista de la Nueva España)



La belleza y lo atractivo exótico de Tenochtitlán pronto se convertiría en lugar de batalla, destruido y por último erradicado. Poco después de la entrada de los españoles en la capital azteca, Moctezuma fue encarcelado y por fin matado-según algunas teorías por los españoles mientras otros dicen que fue asesinado por los propios aztecas que le vieron a Moctezuma como jefe débil. Sea como sea, los aztecas se encontraban sin remedio, ante enfermedades desconocidas, sin emperador, enfrentando a nuevos armas y tribus rivales. Los españoles sitiaron a Tenochtitlán y el nuevo emperador Cuauhtémoc (o águila que cae en nahual), el cual había subido a ser emperador después de que el sucesor de Moctezuma-Cuitláhuac-había muerto de viruela. Por fin, el 13 de agosto de 1521 le capturaron y le hicieron preso a Cuauhtémoc. Se rindió a Cortés en el lugar que hoy se conoce como la Plaza de Tres Culturas en el centro de la ciudad de México, llamado así por la muestra de las tres culturas aparentes en las ruinas de un teocalli azteca, iglesia española y un enorme centro de apartamentos representativo del México contemporáneo.

Como se ve en las palabras de este monumento que conmemora el lugar donde Cuauhtémoc se rindió, la conquista fue tanto un nacimiento de una nueva cultura como fue el fin irrevocable de la civilización azteca: "No fue triunfo ni derrota. Fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy." Estas palabras subrayan la ambivalencia del resultado del encuentro europeo-indígena. En cierto modo fue un fin simbólico para ambos: ni la cultura española ni la azteca sería igual después del encuentro por la influencia mutua que la una ejercía en la otra.

La cultura española pronto se incorporaría aspectos lingüísticos de las civilizaciones indígenas; enriquecería la dieta europea por incorporar alimentos básicos de los indios-como el maíz, tomate, chile, calabaza y muchos más; y desde luego, la monarquía española-como defensor máximo de la contra-reforma-encontraría en las riquezas indígenas de oro y plata los medios necesarios para defender la fe contra los protestantes en las guerras religiosas que estaban por estallar en Europa. De igual modo, las civilizaciones indígenas tanto en Mesoamérica y el Caribe como en las culturas andinas jamás volverían a ser lo que eran antes por la transformación cultural al asimilarse a la lengua, religión, forma de gobierno, jerarquía social y, aun incluso, la cosmovisión española. De esta fusión étnica, cultural, religiosa, política y lingüística se forjó un nuevo sentido de auto-identidad por ambos lados del atlántico. Fue esta nueva visión que resultó en el verdadero "nuevo mundo", o sea el producto o el resultado del encuentro para ambos pueblos. Así, se entiende mejor como es una estrecha y cerrada visión etnocéntrica pensar que el terreno americano fue "descubierto"-término que evoca sólo el punto de vista europeo. Según los americanos, no fueron "descubiertos"; ya sabían quiénes eran y dónde estaban. Como ha dicho el famoso novelista Gabriel García Márquez "¿...por qué he de encontrarte si nunca te me has perdido?..."

Por toda Latinoamérica se puede ver hoy en día muchísimos ejemplos de esta síntesis de la civilización europea y la indígena. Quizá no hay otro símbolo mejor que el zócalo mexicano (o plaza mayor) situado en el centro de lo que es actualmente la ciudad de México, o sea la vieja Tenochtitlán. Allí se encuentra la catedral más grande de las Américas al lado del Palacio Nacional, dos emblemas que atestiguan a la influencia española. Sin embargo por un lado de la plaza hoy se encuentran las ruinas arqueológicas del gran templo azteca dedicado a los dos dioses más importantes de su panteón, Huitzilopochtli y Tláloc, el templo que según los aztecas demarcaba el eje del universo. La visión de la catedral sobrepuesta sobre las ruinas aztecas evoca lo que fue por un lado el intento de erradicar la memoria de la vieja civilización mientras al mismo tiempo da testimonio a la fusión sincrética de lo que poco después fue nombrado oficialmente el "virreinato de la Nueva España" y lo que hoy es México.